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ROSAS DE LA MADRE

Eran las primeras horas de la mañana. Como de costumbre salí de mi piso para ir a entrenar. Me había liado un poco con las cosas de casa y el portátil, por lo que iba retrasado con respecto a mi horario.

Iba rápido; pero aun así tuve tiempo de fijarme que en el suelo yacía una pequeña y perfecta rosa.

Pasé por encima de ella, observándola; pero tenía prisa. Iba retrasado y no tenía tiempo.

Solo pude dar dos pasos mas antes de detenerme y volverme para mirarla. No podía dejarla pasar. Tenía que hacerle una foto. La recogí y enseguida se me ocurrió que necesitaba un fondo donde colocarla.

Miré a mi alrededor: un muro, una barandilla, una viga, el suelo y finalmente un banco.

Ahora, recordando el momento, se me ocurre que podía haber escogido el reflejo metálico de un coche; pero entonces no pensé en ello.

¡Otro día haré esa foto! Os lo prometo.

En cualquier caso, me quedé con el banco. Me gustaba la idea del contraste de la textura de la rosa con el de la rugosidad de la madera y además, pensaba en blanco y negro.

¡ Y he aquí el resultado!

La primera rosa de este reportaje, la última de la sesión de fotos, la realice la mañana siguiente. Bajo la lluvia. En el mismo lugar en el que la había dejado el día anterior.

Al siguiente día volví a pasar. Ya no llovía y la rosa se había ido.

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